¿Porqué amar a Budapest? Algunos secretos de este mágico lugar

amar a Budapest
Actualizado: 8 de julio de 2020

Budapest es un paraíso para los viajeros exploradores. Es un lugar que mantendrá tus sentidos alertas, presagiando que algo maravilloso aparecerá en tu recorrido.

Enclavada a ambas orillas del río Danubio, con las colinas de Buda al oeste y la Gran Llanura al este, sentirás que el pasado está muy cerca:

Dicen que el pasado es otro país, pero en Budapest siempre ha estado a la vuelta de la esquina

Las cicatrices de la segunda guerra mundial y de la revolución de 1956 que descubrirás mirando los agujeros de bala y de metralla en algunos edificios, son recuerdos tristes y dolorosos como lo son también los zapatos en la orilla del Danubio, pero también descubrirás que Budapest habla de esperanza y reconciliación.

Sorpresas y algunos sitios que no te podés perder:

El autobús que navega por el Danubio

Una de las experiencias más divertidas es la de subirse a un autobús anfibio, de color amarillo, que realiza un recorrido por el Danubio como si se tratara de una embarcación, después de atravesar las calles más emblemáticas de la ciudad.

Parte de los alrededores del Hotel Four Seasons y del Puente de las Cadenas, icono del art nouveau en Budapest, y cuesta 28 euros.

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Este bus turístico acuático,  abandona el asfalto de Budapest en un momento dado y se zambulle en las aguas del Danubio para seguir su recorrido turístico por el agua. La excursión, que dura unas dos horas, pasa por algunas calles de Pest y se adentra en el río a la altura de la isla Margarita, atravesando a continuación el histórico Puente de las Cadenas.

Del 1 abril al 31 de octubre sale a las 10, 12, 15 y 17 horas y del 1 de noviembre al 31 de marzo su horario de salida se reduce a 11, 13 y 15 horas. Embarque: Plaza Széchenyi István, 7/8.

El Puente de las Cadenas

Conocido también como el Puente Széchényi, fue el primer puente de Budapest y se inauguró en 1849 después de producirse la fusión de las dos ciudades.

El puente, construido por el conde István Széchenyi, esconde una extraña leyenda que asegura que los leones de piedra que lo vigilan en cada extremo de las dos orillas fueron los causantes del suicidio del escultor Janos Marschalko, quien decidió quitarse la vida al darse cuenta de que había olvidado esculpir las lenguas de los felinos.

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El artista había asegurado que el puente era tan perfecto que si alguien descubría un fallo, él se mataría. Un zapatero fue el encargado de encontrar a los leones sin sus lenguas. Marschalko sintió, al parecer, tanta vergüenza que decidió lanzarse al Danubio.

Michael Jackson y Budapest

En 1994 la estrella del pop rodó un videoclip de su álbum «History» en la capital húngara y dos años después dio un concierto multitudinario en el estadio de Ferenc Puskas. En ambas ocasiones el cantante se alojó en la suite real de hotel de cinco estrellas Kempinski, con vistas a la plaza Erzsebet. En este rincón de Budapest, donde también esta instalada la noria gigante «Sziget Eye», los seguidores de Michael Jackson eligieron tras su muerte un árbol, rodeado de flores plantadas, para honrar a su estrella.

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El tronco de ese árbol está siempre empapelado con fotos, cartas, posters y nunca faltan velas y flores junto a este memorial.

Café New York de Budapest

Se dice que el New York de Budapest que es el café más bello del mundo. El café fue remodelado en 2006 y hoy brilla, como si se viviera en sus salones un viaje en el tiempo, con sus techos y columnas dorados y sus preciosos frescos del siglo XIX.

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Se puede cenar en sus salones con una propuesta de cocina austro-húngara, aunque a sus seguidores lo que mas les gusta es desayunar en él o tomar una merienda con sus suculentas tartas húngaras y sus riquísimas copas de helado. Y lo mejor: los precios son muy accesibles. Inf: www.newyorkcafe.hu

El remolino de Szechenyi

Budapest disfruta de abundante agua termal: unas 123 fuentes termales y más de 400 fuentes minerales, todo ello procedente de 14 manantiales diferentes. Como resultado, “tomar las aguas” es la experiencia por excelencia de Budapest desde la época de los romanos. La oferta de casas de baños es muy generosa.

Los baños Szechenyi son uno de los más populares. Cuenta con quince piscinas interiores instaladas en un bello edificio neogótico de 1913, que reciben el agua (74-77 grados) de dos manantiales de aguas termales, y otras tres exteriores. En una de estas piscinas “outdoor” destaca un divertido remolino o corriente de agua que te arrastra y que es uno de los lugares más populares de este balneario.

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Los visitantes extranjeros lo frecuentan mucho, mientras que los usuarios locales practican una de sus actividades favoritas: jugar al ajedrez dentro del agua. En invierno, cuando los termómetros se desploman vertiginosamente y comienza a helar, resulta un placer bañarse hasta las nueve de la noche en cualquiera de las piscinas exteriores que mantienen una temperatura cercana a los 40 grados.

El Parlamento

A orillas del Danubio, el Parlamento se erige como el monumento más grande que podemos encontrar en Hungría. En su momento fue una de las construcciones más modernas de Europa con un sistema de calefacción revolucionario servido por cuatro generadores de vapor, una docena de elegantes ascensores que todavía siguen en funcionamiento, y sobre todo una original decoración interior.

En su interior se distribuyen casi 700 estancias, muchas de ellas decoradas en color dorado, aunque no todo es oro macizo (este solo suma unos 40 kilos), y solo una destaca sobre las demás: La Sala de la Cúpula. Dos soldados custodian en ella la corona de San Esteban, el primer rey húngaro de la historia, y su espada ceremonial ante la presencia de otras esculturas de monarcas magiares.

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La reliquia tiene una cruz sobre la corona que está torcida debido a una caída durante uno de los traslados que sufrió la corona por las invasiones mongolas en el siglo XIII. La corona fue robada en varias ocasiones pero desde 1978 se exhibe en el edificio del parlamento de Budapest tras haber permanecido en Estados Unidos, país que recuperó de la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial.

Siete euros cuesta la visita interior en español de casi una hora para descubrir, entre otros salones, la escalera principal o la Sala de la Cámara alta, con sus ceniceros de latón numerados para que los diputados dejaran sus puros antes de entrar en el hemiciclo.

Si se consumían muchos habanos en estos cachivaches dorados, era señal de que el discurso del parlamentario había cautivado al resto de los parlamentarios por su interés.

No dejes de visitarlo, es una visita maravillosa.

Fuente: ABC.es

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