Aventura en Tucumán: tras las huellas de la Ciudacita, por el Camino del Inca

Actualizado: 13 de mayo de 2020

En todas las regiones argentinas, del Norte a la Patagonia, en Cuyo y en el Litoral, en las sierras de Córdoba y en la capital del país, la UNESCO ha distinguido Patrimonios Mundiales. Cada uno de ellos es poseedor de una mística y un encanto propios.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), responsable de velar por la conservación de los sitios, monumentos y expresiones que son parte del patrimonio natural y cultural de la humanidad, ha reconocido a lo largo y a lo ancho de la  Argentina diez escenarios naturales y culturales, emplazados en diferentes puntos del territorio, que son testimonios únicos de los misterios de la naturaleza, el trabajo y las costumbres de los hombres y las mujeres de Argentina.

Uno de ellos es “La Ciudacita”, ubicado en los nevados del Aconquija a 4900 msnm y sobre la traza del Qhapaq Ñan (en quechua, “camino principal”), una red de caminos de más de 30.000 kilómetros de extensión que conectaba importantes centros de producción, administrativos y ceremoniales del Tawantisuyo –el imperio Inca- y fue la columna vertebral del poder político y económico de ese pueblo.

Los 4900 msnm marcan lo más alto de una travesía por paisajes espectaculares cargados de historia. La meta de alcanzar los vestigios de la civilización inca por el mismo camino que ellos transitaron.

Aceptar un desafío siempre genera adrenalina y emprenderlo implica un esfuerzo personal. Con entusiasmo y trabajo en equipo, en Tucumán la meta es alcanzar el sitio arqueológico de “La Ciudacita”, pero también ser parte del camino del Inca al recorrer un fragmento del milenario sistema vial andino.

Las condiciones climáticas y el difícil acceso preservan intactos los vestigios de esta civilización. Llegar es emocionante, pero la travesía hasta allí es la que motiva a los viajeros a transitar la senda en medio de la montaña, bajo la mirada atenta de manadas de guanacos y cóndores que dominan el territorio, contemplando la inmensidad de los paisajes que cruzan fronteras. Durante el viaje, cada integrante del grupo define su rol durante el recorrido y el esfuerzo es conjunto, con la camaradería siempre dispuesta.

Sentir el viento en la cara, las caricias del sol, el frío matutino y el aire puro de la montaña renuevan de energía el espíritu. Caminar por las nacientes de los ríos, oír el sonido del agua y mojarse la cabeza para sentir la misma frescura que sintieron los incas al pasar: cada detalle queda grabado en quienes se animan a esta aventura de colores, con el verde del Parque Nacional Campo los Alisos y el amarillo de los pastizales de altura.

La inmensidad del territorio es tan vasta que, aunque se saquen decenas de fotos en la puesta del sol, la postal sólo se retiene con tanta amplitud y precisión en los corazones de cada aventurero.

En el Parque Nacional Los Alisos hay un centro de visitantes que brinda información, un camping y un albergue con servicios básicos; y en la ciudad de Concepción y la localidad de Alpachiri hay gastronomía, hospedajes y excursiones. Abril y septiembre son los momentos ideales para emprender el camino de la mano de guías locales baqueanos, que sabrán hacer de la experiencia un hito en nuestras vidas.

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